"ASÍ SON LAS COSAS Y ASÍ SE LAS HEMOS CONTADO"

Estaba yo el otro día paseando por un pueblito costero cuando de pronto me topé con dos mexicanos que estaban viendo las noticias en mitad de la calle. Bien Martita, no tienes excusa, están echando las noticias, ve y ponte al día. Ante mi interés, los dos hombres me invitaron a unirme a ellos. Me acomodé y puse toda mi atención en la seguro-que-casualmente-guapísima mujer de las noticias. Qué guapa y qué lista, madre mía. Me puso al día en dos minutos sobre la situación política, económica Y social en el mundo: Una mujer colombiana denuncia a su fallecido padre de haber abusado de ella durante 30 años, un joven yanki provoca un accidente tratando de huir de la policía, mueren 7 palestinos en el frente de Gaza, bodas gays en California finalmente… y alguna que otra cosa más que, me vais a perdonar, no recuerdo ahora. Diez minutos más tarde, me levanté y me despedí de los dos hombres. Qué bien, muy bien, veo que los medios de comunicación siguen cumpliendo con su tarea de desinformar a la población mundial… perdón, perdón, INFORMAR a la población mundial. Yo, que quiero ser tan guapa y tan lista como aquella mujer de las noticias, he decidido que con un poquito de prepotencia y un buen puñado de objetividad voy a escribiros este post sobre nuestro paso por D.F.

Nuestra llegada a la Ciudad de México podría resumirse en una única palabra: CORRUPCIÓN. Nada más entrar en la ciudad, un agente nos detiene en un paseo de peatones y nos vende su placa por el módico precio de 2.500 pesos. “Hoy viernes está prohibido que las camionetas extranjeras circulen por la ciudad. Multa y el carro al calabozo” Ante nuestra cara de incrédulas el señor agente saca el papelito que confirma sus palabras. “No os preocupéeeeis. Soy amigo del tipo del calabozo…” Cincuenta pesos bajo el título de la furgoneta y Ainhoa y yo admiramos incrédulas la depurada técnica del agente de cómo agarrar papelitos de colores mientras simula comprobar que todos nuestros papeles están en regla. “Todo en regla” afirma metiéndose nuestra pasta en el bolsillo. Todo bien, contábamos con tener que pagarle algún extra a algún policía, habrá que ayudar al gobierno a subvencionar las pistolas que llevan colgadas de las caderas. Todo sea por nuestra protección como ciudadanas del mundo.

Continuamos nuestra ruta y llegamos al barrio de Coyoacán. Aparcamos allí durante cuatro días y aprovechamos para visitar La Casa Azul de Frida Kalho, la Basílica de la Virgen de Guadalupe, el barrio rosa, el Museo Nacional de Antropología, y ya que estábamos pues también aprovechamos para ponerle otra manguerita nueva a la B&C, que estaba de antojo.

La Casa Azúl… preciosa. Es azul. Está llena de cartas personales de Frida y de Diego, libros suyos, objetos personales y qué afortunadas fuimos al ver cinco cuadros de Frida, de los cuales cuatro estaban sin terminar “¿Dónde están sus cuadros?” pregunto indignada, “Viajando” ¿Viajando? ¿Viajando a dónde? ¿Me vengo hasta el D.F., hasta la mismísima casa de Frida Kalho para ver sus cuadros y sus cuadros están viajando? Lo único que puedo pensar es en ella, en cómo pondría el grito en el cielo si se enterara de que sus cuadros no están en México. Se muere la artista, se vende su arte.

La Basílica de la Virgen de Guadalupe es enorme. Se nota que la Iglesia tiene pasta, sí. A la entrada hay una estupenda tienda de “objetos religiosos”, para que te lleves tu souvenir, y luego más adelante está el manto con la imagen milagrosa de la virgen. Está todo muy bien montado, hay unos pasillos mecánicos como esos del aeropuerto que pasan frente al manto bajo un cartel que dice “NO SE DETENGA” Ahí que te subes al pasillo y miras el manto. Luego, al bajarte del pasillo ese hay un buzón que dice “Deposita aquí tus milagros”. Mientras te piensas el milagro de tu vida puedes irte a misa o puedes irte a confesar. Los horarios dependen del padre. El padre Juan está de una a cinco lunes, miércoles y viernes, y el padre José confiesa los martes, jueves y sábados de doce a tres. El domingo libran por misa. Está muy bien montado, hay mucha gente que se emociona al entrar y eso.

El barrio rosa está lleno de gays. Todo hombres, no hay lesbianas, no se porqué. Como en Chueca. Y no se qué tienen los barrios gays que son tan caros. Como Chueca. Había un “Restaurante Europeo” y todo, con precios europeos también, todo muy creíble. El barrio en sí parecía muy chic; una calle peatonal llena de tiendas y restaurantes de pasta, con gente que debía tener mucha pasta. Se nos ocurrió cenar en uno de los restaurantes… tuvimos que devolver uno de los platos porque estaba frío. Comida precocinada. Muy moderno todo. Por gilipollas.

El Museo Nacional de Antropología es gigantesco. Es una pasta, pero si consigues vértelo en un día cunde bastante. Te cuentan la historia de México desde el 600 A.C. más o menos, hasta hoy. Lo suyo es ir bien temprano, para que te de tiempo a verte los más de 2000 años de historia mexicana que tienen ahí expuestos. Además, hablan mucho de los españoles, y de la iglesia católica también. Te sientes muy como en casa. Si no te da tiempo a vértelo entero no te preocupes, puedes volver al día siguiente y pagarte la entrada de nuevo. Pero vale la pena, eh? De las mejores visitas si no fuera porque tenemos la impresión de habernos pasado por alto algún que otro siglo.


Y del metro de vuelta qué decir. Pues que las mujeres estamos a salvo de los hombres, separaditas por biombos y por un tipo con una metralleta que le prohibe la entrada a todo hombre en nuestra zona reservada para "niños y mujeres". Debe ser que los hombres mexicanos están salidos por natura y en vez de enseñarles a guardarse las manos en los bolsillos, se aplica una cuestionable discriminación positiva. Y l=s niñ=s con las mamis, no vaya a ser que al papi se le caigan los anillos.

Pues nada, básicamente eso fue D.F. Decir que en Coyoacán los artesanos están en pie de guerra porque con la excusa de unas obras les quieren echar de allí y que de hecho, el barrio está levantado por obras. Aun así, si te lo imaginas sin grúas y con las placitas asfaltadas, debe ser bien bonito.

Volveremos.